Sentado, sentado en una humilde terraza en plena calle tomando un minusculo cafe, o quizas
es un te?, quien sabe, exceptuando unas pequeñas tiendas y el cafe que me ha brindado mi
"refrigerio", el resto de la calle esta totalmente en ruinas, curiosamente solo el lado de
la calle hacia el que miro, un paisaje desolador, esqueletos de hormigon y restos de lo que
antes parecian ser viviendas, todo decorado ahora con agujeros de bala, extrañas pintadas
que me hacen imaginar intenciones poco amistosas y enormes agujeros de algun tipo de
explosivo.
Justo en el marco de lo que parecia ser una puerta esta ella, sus aires de periodista la
delatan, aunque ella goza del privilegio del color de su piel, no como yo, para pasar
desapercibida y ser mejor aceptada entre la poblacion. De ahi que este charlando con un
miliciano, el cual como muchas veces antes he visto mantiene su barrera entre ambas partes
de la conersacion, su AK-47 en ristre, agarrandolo firmemente y en estado de alerta, como si
en cualquier momento esperase una desagradable sorpresa.
Me imagino a mi mismo, alli sentado, con la camara colgada del cuello, parezco un periodista
recien salido de una tienda de deportes de riesgo, pantalones pseudomilitares, chaleco con
decenas de bolsillos y en el rostro esa expresion que dice:"Hola, es mi primera guerra y
estoy seguro de que no me va a pasar nada.". Paso a dibujar una media sonrisa y aparto la
mirada de la conversacion de mi compañera cuando veo que le desliza suavemente unos
machacantes al miliciano, objetivo conseguido, por el momento.
El miliciano se retira introduciendose en el edificio en ruinas mientras mi compañera se
acerca a mi improvisado y momentaneo lugar de retiro espiritual. Al verla pienso en esos
turistas que llegan a otro pais y lo primero que hacen es vestirse con la camisa mas
llamativa que les vende un lugareño, pero...je, que me aspen, yo sufro el mismo sindrome.
-"Espero que estes comodo mientras yo hago todo el trabajo.", me dice al llegar donde me
encuentro.
-"Hago lo que puedo.", contesto mientras cojo la taza de indeterminado brebaje.
-"Pues ya te toca dar el callo, se donde va a ocurrir.", responde ella malhumoradamente
mientras con la mano me apura a levantarme.
Pocos minutos despues estamos dentro de un taxi, o mas bien de "El Taxi", cuando lo vi me
eche a reir, era el clasico cab antiguo de Nueva York, aunque habia visto dias mejores, los
agujeros de bala en los costados no me tranquilizaban en absoluto al subirme en el. Se puede
decir de que probablemente fuese el taxi mas variopinto de toda la ciudad, o quizas del pais
mas bien. Una vieja y mugrienta tapiceria de leopardo cubre sus asientos, del techo cuelgan
esas borlas que delimitan el fin del techo y el comienzo de los costados en colores azul,
verde y negro. Rezas por no pillar nada raro al tocar el asidero de la puerta e intentas
levitar para no sentir esa humedad en el asiento.
Si el taxi parece un cumulo de circunstancias que abocan a una visita en breves dias al
hospital, el taxista cumple con las expectativas, una sencilla pregunta en ese lenguaje que
solo ella conoce, discreto tras la respuesta arranca y comienza a zig-zagear por las calles
esquivando los escombros, el paisaje sigue siendo desolador.
Tras unos minutos, que me parecen horas tras haberse clavado la intensa fragancia del taxi
en mi mente probablemente para siempre, pagamos al taxista y salimos de tan malaventurado
cab. No tardo ni medio segundo desde que la puerta se cerro para salir de alli pitando, creo
que el sabia mucho mas de lo que nosotros pensabamos saber....
es un te?, quien sabe, exceptuando unas pequeñas tiendas y el cafe que me ha brindado mi
"refrigerio", el resto de la calle esta totalmente en ruinas, curiosamente solo el lado de
la calle hacia el que miro, un paisaje desolador, esqueletos de hormigon y restos de lo que
antes parecian ser viviendas, todo decorado ahora con agujeros de bala, extrañas pintadas
que me hacen imaginar intenciones poco amistosas y enormes agujeros de algun tipo de
explosivo.
Justo en el marco de lo que parecia ser una puerta esta ella, sus aires de periodista la
delatan, aunque ella goza del privilegio del color de su piel, no como yo, para pasar
desapercibida y ser mejor aceptada entre la poblacion. De ahi que este charlando con un
miliciano, el cual como muchas veces antes he visto mantiene su barrera entre ambas partes
de la conersacion, su AK-47 en ristre, agarrandolo firmemente y en estado de alerta, como si
en cualquier momento esperase una desagradable sorpresa.
Me imagino a mi mismo, alli sentado, con la camara colgada del cuello, parezco un periodista
recien salido de una tienda de deportes de riesgo, pantalones pseudomilitares, chaleco con
decenas de bolsillos y en el rostro esa expresion que dice:"Hola, es mi primera guerra y
estoy seguro de que no me va a pasar nada.". Paso a dibujar una media sonrisa y aparto la
mirada de la conversacion de mi compañera cuando veo que le desliza suavemente unos
machacantes al miliciano, objetivo conseguido, por el momento.
El miliciano se retira introduciendose en el edificio en ruinas mientras mi compañera se
acerca a mi improvisado y momentaneo lugar de retiro espiritual. Al verla pienso en esos
turistas que llegan a otro pais y lo primero que hacen es vestirse con la camisa mas
llamativa que les vende un lugareño, pero...je, que me aspen, yo sufro el mismo sindrome.
-"Espero que estes comodo mientras yo hago todo el trabajo.", me dice al llegar donde me
encuentro.
-"Hago lo que puedo.", contesto mientras cojo la taza de indeterminado brebaje.
-"Pues ya te toca dar el callo, se donde va a ocurrir.", responde ella malhumoradamente
mientras con la mano me apura a levantarme.
Pocos minutos despues estamos dentro de un taxi, o mas bien de "El Taxi", cuando lo vi me
eche a reir, era el clasico cab antiguo de Nueva York, aunque habia visto dias mejores, los
agujeros de bala en los costados no me tranquilizaban en absoluto al subirme en el. Se puede
decir de que probablemente fuese el taxi mas variopinto de toda la ciudad, o quizas del pais
mas bien. Una vieja y mugrienta tapiceria de leopardo cubre sus asientos, del techo cuelgan
esas borlas que delimitan el fin del techo y el comienzo de los costados en colores azul,
verde y negro. Rezas por no pillar nada raro al tocar el asidero de la puerta e intentas
levitar para no sentir esa humedad en el asiento.
Si el taxi parece un cumulo de circunstancias que abocan a una visita en breves dias al
hospital, el taxista cumple con las expectativas, una sencilla pregunta en ese lenguaje que
solo ella conoce, discreto tras la respuesta arranca y comienza a zig-zagear por las calles
esquivando los escombros, el paisaje sigue siendo desolador.
Tras unos minutos, que me parecen horas tras haberse clavado la intensa fragancia del taxi
en mi mente probablemente para siempre, pagamos al taxista y salimos de tan malaventurado
cab. No tardo ni medio segundo desde que la puerta se cerro para salir de alli pitando, creo
que el sabia mucho mas de lo que nosotros pensabamos saber....